sábado, 14 de noviembre de 2009

Hombre Solitario

Tiempo atrás conocí casualmente a un hombre en la barra de un céntrico bar de Madrid. Estaba solo, parecía leer el periódico. Yo, sin embargo, disfrutaba de la tarde en compañía de unos amigos, tomando café con hielo en compañía de un chupito de licor de hierbas.

Rodeado de humo y de conversaciones intrascendentes de una tarde cualquiera, no pude dejar de echar la mirada hacia la otra punta de la barra. Ese hombre me seguía llamando la atención: su mirada, su forma de fumar, su especie de letanía o su soledad. Mientras seguía charlando intrascendentemente con mis amigos (por aquel tiempo sí los tenía), seguía dirigiendo mi atención hacia aquella persona que continuaba fijando su mirada e un periódico que permanecía abierto siempre por la misma página.

Tras examinar los partidos de la liga de fútbol para el fin de semana, tras apostar por unos y por otros, tras analizar la meteorología de los próximos días y tras compartir otros dos chupitos con mis amigos, fui al baño por vez primera. Pasé delante de aquel hombre solitario. Lo miré fijamente y él mi devolvió la mirada.

Al salir del baño volví a pasar delante de él. Lo volví a mirar.
-Hola – Me atreví a decir- ¿Qué nos cuenta el periódico hoy?
-Nada en especial – me dijo seriamente.
-¿No nos conocemos, verdad?
-No lo creo. Es la primera vez que vengo por aquí. Ha sido una casualidad.
-¿Y qué te parece el café? ¿Dicen que es de los mejores de la zona? – Le comenté.
-Ya no siento ni lo que bebo. Simplemente me lo tomó para seguir despierto, aunque quiera dormir y dormir. Es lo único en lo que creo, en los sueños de mis sueños.

Esas extrañas afirmaciones, teniendo en cuenta que ni siquiera nos conocíamos, me dejaron absorto. Así pues me despedí de él. Él simplemente bajó la cabeza y volvió a fijar su mirada en el periódico. De nuevo por la misma página.

Un ser extraño. Un ser solitario. Una persona que transmitía soledad y opacidad. Así se lo comenté a mis amigos, que sencillamente optaron por volver a practicar el lenguaje de la simplicidad.

-¿Ganaremos este fin de semana? Más nos vale porque si no es así lo vamos a tener crudo para alcanzar las plazas europeas – Se respondió mi amigo.

Asentí y llamé al camarero. Le pedí otro chupito. Lo ingerí de un trago y volví a ir a los baños. Aquel hombre seguía en el mismo sitio, en la misma posición. Parecía abandonarse a sí mismo, parecía ser pero no estar. De hecho, no estaba. Se encontraba físicamente pero su mente, intuí, viajaba hacia no sé donde. Sé que su mente no estaba allí. El periódico seguía abierto por la misma página.

Al regresar del baño mis amigos decidieron marcharse apresuradamente. Tenían citas diversas. Ya no lo recuerdo. Con una señal le pedí al camarero que me rellenara el vaso con otro chupito de licor de hierbas. Esta vez lo saboreé y mientras lo hacía pensé, tal y como hice, acercarme al hombre solitario que seguía al otro lado de la barra.

-Hola, de nuevo – le dije.
Levantó la mirada pero no logró pronunciar palabra. Insistí.
-¿Qué dice el periódico? – Le pregunté por curiosidad sobre esa página indefinidamente abierta por el mismo número.
-No lo sé. Lo he abierto pero no lo he llegado a leer. Tampoco me interesa. Me da igual lo que digan en los periódicos. Ya me da igual todo…- Tras unos segundos de silencio, volvió a tomar la palabra – Ya nada me importa. Me he dado cuenta de que vivo en un profundo vacío del que no sé escapar; seguramente no quiera escapar. Tuve un pasado pero no tengo un futuro. Ahora sólo vivo de mis recuerdos.
-¿Son muchos?
-Toda una vida -afirmó tajante - Pero esa vida se paró hace un tiempo y desde entonces se recrudece mi soledad. Me recreo en ella para reflexionar…

Alzó la mano y llamó al camarero. Pagó su café, cerró el periódico y se despidió de mí con un simple adiós. Se fue y nunca lo volví a ver jamás.

Han pasado algunos años desde entonces. Hoy soy yo el hombre que se encuentra solo en la barra de un bar, con un periódico abierto por la misma página porque soy incapaz de centrarme en él. Se me nubla la vista ante mis vivencias pasadas. Miro a mi alrededor y veo a jóvenes riendo, a parejas besándose, a gente que en definitiva, vive. Yo, como aquel hombre solitario, tampoco sé vivir.

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