martes, 15 de diciembre de 2009

Divergente

No estoy loco. Simplemente, soy divergente. Vivo entre dos líneas que por segundos se van separando, alejando.
Discrepar, mantenerse disconforme, apartado o aislado. Divergencia en soledad para huir de un mundo que vive del revés, que mira de espaldas y que se hunde con los bolsillos llenos de piedras.
Nacía en una irrealidad. La idealización de la vida me pesó como una losa. Nunca escapé a ella. Mi respuesta ha sido la divergencia. Esa es mi realidad, mi firme realidad que se confirma en un aislamiento vital.
Mi incomprensión del mundo se ha transformado en una incomprensión hacia mí mismo. La convergencia se hizo divergencia. Mi sociabilidad murió. Mi visión oscureció y ya nunca sale el sol en mi mente.
Mi mente me revuelve el estómago. No me deja respirar, no me deja beber, comer, vivir. Sólo pensar en lo hecho y en lo que no hice. Lo hecho, hecho está y me castigo porque no lo puedo cambiar.
Vivir rodeado de Rolex, de bellas mujeres, de yates y de todas las playas de nuestra Tierra me hizo en realidad vivir en una oscuridad porque no era capaz de ver la realidad. Ahora sí la veo y esa realidad me hace vivir en oscuridad. Es una gran paradoja que me hace ser divergente, que rechaza el rechazo y que se siente al tiempo rechazado.
Mi mente me odia y mi odio interno me genera una desesperación ante este mundo de la gran desilusión, de la gran desesperanza…
Hoy no soy nadie… Soy un cúmulo de revueltos pensamientos internos que dejo en testamento en estos tristes folios. Hoy no soy nadie porque no vivo en la espiral del día a día, en el vértigo de tiendas y consumo.
Divergente. Sí, soy divergente pero no estoy loco.