jueves, 22 de octubre de 2009

Hacia el fondo del mar

Abrí los ojos pero no podía respirar. Estaba amordazado y caía hacia las profundidades de un frío mar. Mis pies se encontraban unidos fuertemente por una gruesa cuerda que a su vez parecía estar unida a una bolsa repleta de kilos. Bajo mi todo pesaba y yo me estaba hundiendo.
No comprendía nada. Nunca lo comprendí. Pero caía, me sumergía rápida y prolongadamente.
Sabía que iba a morir. Cada vez era todo más oscuro. Los segundos pasaban y el aire interior comenzaba a reducirse drásticamente. No podía hacer nada.
Miré hacia atrás, metafóricamente hablando. No me quedaba otra. Y me ví riendo, soñando; sobre todo soñando…
Era un joven creativo, imaginativo, soñador, ambicioso, alegre y feliz. Ese era mi juego en esta vida. Pero las cartas que tenía guardadas no respondieron y el azar me deparó otras sorpresas.
Me falta el aire, los segundos siguen pasando. Todo cada vez es más frío, más oscuro. Siento la presión del agua profunda, el roce de las cuerdas y la no respiración.
Me tachaban de extrovertido impertinente, de líder involuntariamente elegido, de personalidad desbordante y rugosa. Yo amaba, creía y amaba…
Siempre he adorado mi trabajo y he odiado la ausencia de él. Mi pasión, mi profesión.
Voy hacia el fondo del mar y jamás sabré cómo acabé allí. ¿Quién lo hizo? ¿Quién me odiaba tanto como para maniatarme y hacerme desaparecer?
La noche siempre me gustó. Los amigos y la noche. Hoy muero en la oscuridad de las profundidades, y lo hago en soledad, recordando. Estoy sumergido en la nostalgia, bajo el mar…
Comienza a penetrar agua en los pulmones. Intento gritar pero sé que es inútil. Me asfixio y sigue hacia el fondo del mar. Dejé de respirar.