jueves, 25 de junio de 2009

MISERIA

Miseria es escribir en letra pequeña, leer menos de la cuenta o apagar la luz antes de tiempo.
Hoy se vive en miseria, a pesar de que no queramos ser miseriosos. Porque la verdadera miseria, esa que nos ensañan en los informativos, nunca queremos verla.
Escudruñar en nuestro interior es un misterio al que no buscamos solución, porque el interior siempre nos hace daño. Es mejor mirar por la ventana para vislumbrar, otear e incluso analizar las miserias ajenas.
Nuestras vidas están llenas de miseria, de miserias (en plural); esas que queremos apartar cada día que abrimos los ojos. Pero vemos la miseria, la escondemos, no la digerimos, la oteamos, la esquivamos, la salteamos, le hacemos oídos sordos.
El ser humano es en sí mismo miseria, somos miseria; nuestra esencia es miseriosa y nuestra vida discurre siempre en un devenir cuyo fin simpre termina en una estación definida.
La vida en plena crisis, en un mundo semioscuro, del que queremos enajenarnos, es una película en blanco y negro cuya luz final vislumbramos si nos toca la lotería; una quiniela que cae muy de vez en cuando y que nos ilusiona de forma momentánea; algo tan efímero que llega incluso a inquietarnos.
La vida hoy es miseria, un tiempo en el que el ser humano adolece de un todo, de un referente, de un discurso coherente, de un enclave, de un país, de una tierra...
La vida está compuesta de momentos en los que intentamos esquivar esa misma miseria, alejarla de nuestras vidas, zancadillearla e incluso ocultarla... Pero siempre está ahí... al igual que nuestro fin.
Vida, días, miseria, fin de nuestras vidas... El término siempre llega y para llegar a ese buen término, lo mejor es dejar de escudriñar en nuestras propias miserias, dejarlas a un lado, porque haberlas, las hay (y muchas)...

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